Saturday, August 23, 2008

Persépolis


Como si Mafalda hubiese nacido en Irán. Gran peli.

Monday, August 18, 2008

Lena Koslov


Puse el caldo de carne a cocinarse en una olla vieja. Es una olla de acero. Lo único que me dio mi mamá el día que me mudé. Está trajinada la olla. Ahí se cocieron los guisos de mi infancia, las sopas, los pucheros que me hicieron gruesa. Una hembra gruesa como una matrona rusa, escuché que dijeron de mí una vez. Y aunque soy joven para matrona y poco sé de rusos, me gustó escuchar hablar de mí así. Es que creo que son un pueblo fuerte los rusos, un pueblo de voluntad, de rigor. Y pienso que una voluntad sólida es algo bueno para tener. Sin una voluntad no se puede ser. Eso pienso. Y también pienso que una es lo que cree que es. Por eso me pienso rusa y me cocino ruso, porque al fin y al cabo una es lo que come también.
Y eso aplica para todos. Para los hombres también. Una vez tuve un novio vegetariano y no funcionó. Y la comida esta vez tuvo mucho que ver. Tenía muchas condiciones él. Como que me dejaba hablar casi todo el tiempo a mí y decidir casi todas las cosas también. Además era un hombre de letras y no es que a mí me guste mucho la literatura pero leía a los rusos él. Dostoyevski, Tolstoi, Chejov. Todos esos nombres rusos que suenan venerables sin siquiera haber abierto una de las páginas de sus libros. Así que mi novio vegetariano me contaba historias de rusos mientras yo le cocinaba las cosas que comía él. Platos como el de hoy pero más sosos.
Ahora rayo la zanahoria, la remolacha. Pico el perejil y la cebolla. Echo todo con la pasta de tomate y bastante manteca en la sartén. Le agrego el caldo, vinagre, azúcar. Todo eso lo hago a solas ahora y no es tan distinto a cuando lo hacía para él. A veces pienso que no funcionó por eso. Era un hombre ausente. De esos que están pero no. Como si le hubiera faltado carnadura, consistencia viril y en eso, estoy segura, lo del vegetarianismo tiene mucho que ver. Un varón que desprecia la carne es de apetitos endebles y definitivamente yo no soy ese tipo de mujer. Si de algo no se puede acusar a Lena Koslov es de tibia, de indolente. Eso es todo lo que Lena Koslov no es.
Lena Koslov es el nombre ruso con que me rebauticé. Nadie lo sabe porque a nadie le importa tampoco. Lena Koslov es mi propia creación. Es más auténtica que nada porque yo me la inventé. Y a mí me funciona ser Lena porque Lena es muy parecida a la mujer que siempre quise ser. Es que Lena Koslov es un poco como este Borshch que estoy cocinando. Hay que irlo removiendo, agregando agua para que no se queme, saber encontrar el punto exacto para agregarle cada ingrediente. Saber leer en sus texturas, sus olores la orden para retirarlo del fuego. Hacerlo reposar. Con Lena es igual. Ahora que las bases de su personalidad ya fueron sentadas, una cosa lleva a la otra. Se va desenvolviendo sola, con cada acción confirma su carácter, pero hay que estar ahí atenta, para hacerla salir, para que se represente a sí misma tal como ella quiere ser.
Son pocas las cuestiones en que Lena no tuvo opción. Básicamente, en la parte física. Pero Lena Koslov tiene la personalidad precisa para asumir este cuerpo como expresión de su ser. Una espalda ancha, como de nadador. Y brazos fuertes también. Un lomo fornido de trabajador. Nada de frágil, nada de pequeño hay en la apariencia de Lena Koslov. Una delantera enhiesta, maciza. Enormes tetas que prometen alimento, abundancia hasta la sofocación. La panza oronda, blanda, como si siempre estuviera satisfecha, tibia y de una piel suavísima, ahí donde se insinúa la cintura. La cadera sí es más estrecha, y el culo y las piernas sin ser delgados son más firmes, más macizos. Como un triángulo invertido es Lena Koslov. El pelo es una melena lacia, pesada, de un rubio ceniza que le llega por debajo de los hombros. La piel blanquísima, y un rostro más bien cuadrangular, de quijada fuerte pero con pómulos bien definidos. Los ojos son oscuros, grandes y de párpados pesados. La nariz y los labios, razonables para un semblante dominado por el ímpetu de la mirada. Es hermosa a su manera Lena Koslov y ella lo sabe bien.
Me doy cuenta de que pienso mucho en Lena. Incluso cuando tenía a mi novio vegetariano me inquietaba darme cuenta lo poquísimo que pensaba en él. Lena Koslov se llevaba toda mi atención. La elección estratégica de sus virtudes. Su historia, los porqués de sus decisiones, de sus gustos de hoy. Sus obsesiones, sus deseos, las cosas que se propone hacer. Qué la entusiasma, adónde encuentra placer. Todo eso me llevaba mucho tiempo, un tiempo fuera del tiempo, fuera de mí, un tiempo saciado por el hacer.
Tanto me absorbió Lena que llegué a sospechar que no estaba en mi naturaleza enamorarme de un hombre, que sería más fácil con una mujer. Pero tampoco. Ninguno de mis potenciales objetos femeninos de amor me saciaron tanto como Lena Koslov. Recién entonces entendí que Lena Koslov sólo puede amar a Lena Koslov. Como una mamushka, dentro de Lena Koslov, sólo hay espacio para otra, y otra, y otra Lena Koslov. Es tan consistente y espesa, como este Borshch que ahora está listo, resumido en si mismo, una síntesis de sabor perfecta, completa, que no admite fusión.

Sunday, August 17, 2008

Le Scaphandre et le Papillon

Tremenda peli. Ideas y música con alas de Papillon.

Thursday, August 07, 2008

Dijo Simone*


(...) Siempre he tenido aguda conciencia del paso del tiempo. Siempre he creído ser vieja. Hasta cuando tenía doce años, pensaba que era espantoso tener treinta años. Sentía que algo se perdía. Al mismo tiempo, era consciente de lo que podía ganar, y algunos períodos de mi vida me han enseñado mucho. Pero, a pesar de todo, siempre me he sentido acosada por el paso del tiempo y por el hecho de que la muerte no deja de acercarse a nosotros. Para mí, el problema del tiempo está asociado con el de la muerte, con el horror que produce el deterioro. Es eso, más el hecho de que las cosas se desintegren, que el amor se diluya. Eso también es horrible (...).


(...) De cierta manera, Sartre sentía que era inmortal. Había apostado todo a su obra literaria y a la esperanza de que esa obra sobreviviera, mientras que yo, debido al hecho de que mi vida personal desaparecerá, no estoy en absoluto preocupada por el hecho de que mi obra persista. Siempre he sido consciente de que las cosas comunes de la vida desaparecen, las actividades cotidianas, las impresiones, las experiencias pasadas. Sartre pensaba que la vida podía apresarse en una trampa hecha de palabras, y yo siempre he sentido que las palabras no eran la vida, sino una reproducción de la vida, algo muerto, por así decirlo. (...)
(...) Las mujeres están obligadas a representar lo que no son, a representar, por ejemplo, el papel de grandes cortesanas, a falsear su personalidad. Están al borde de la neurosis. Siento enorme simpatía por esa clase de mujeres. Me interesan mucho más que la madre y ama de casa equilibrada. Por supuesto, hay mujeres que me interesan todavía más, las que son tanto sinceras como independientes, las que trabajan y crean. (...)
(...) El amor es un gran privilegio. El amor verdadero, que es muy raro, enriquece las vidas de los hombres y las mujeres que lo experimentan. (...)
(...) Las mujeres entregan más de sí mismas al amor, porque la mayoría no tiene otras cosas que las absorba. Tal vez también sean más capaces de sentir una profunda solidaridad, que es la base del amor. (...)
(...) Sartre es un hombre que se ha opuesto violentamente a la clase en que nació, clase que por lo tanto lo considera un traidor. Pero esa es la clase que tiene dinero, que compra libros. La situación de Sartre es paradójica. Es un escritor antiburgués que es leído por la burguesía y que es admirado por ella como producto propio. La burguesía tiene un monopolio de la cultura y piensa que ella misma dio vida a Sartre. Al mismo tiempo, la burguesía lo odia porque él lo ataca. (...)
(...) Cuando alguien tiene una visión existencialista del mundo, como yo, la paradoja de la vida humana es precisamente que una trata de ser y, a la larga, meramente existe. Y por esa discrepancia, cuando una ha apostado todo a ser -y de cierto modo, es algo que una siempre hace cuando hace planes, aunque sepa que no puede llegar a ser-, y de repente vuelve los ojos al pasado para examinar la propia vida, ve que simplemente ha existido. En otras palabras, la vida no se extiende detrás de una como una cosa sólida, como la vida de un dios (tal como se la concibe, es decir, como algo imposible). La propia vida es simplemente una vida humana. (...)
(...) He tenido todo lo que deseaba y, al fin y al cabo, lo que quería siempre era otra cosa. Una mujer psicoanalista me escribió una carta muy inteligente en la que me decía que "en el último análisis, los deseos siempre van mucho más allá del objeto del deseo". El hecho es que he tenido todo lo que deseaba, pero el "más allá" que está incluido en el deseo no se consigue cuando el deseo se ha satisfecho. (...)
(...) No quiero decir que no he logrado lo que quería lograr, sino más bien que el logro nunca es lo que la gente cree que es. Más aun, hay en todo esto un aspecto ingenuo o snob, porque la gente imagina que si una ha tenido éxito a nivel social debe sentirse absolutamente satisfecha con la condición humana en general. Pero no es el caso. (...)
*Extractos de entrevista publicada en The Paris Review (1965)

Sunday, August 03, 2008

El sabor del Edén


Bulimic movie para recomendar.

Lo que es

El mismo sabor agridulce de la mermelada de naranjas. El mismo olor de las tostadas recién hechas, de la tinta del periódico que como cada día empiezo a leer de atrás para adelante. El mismo gran culo de la misma mesera de siempre, redondo, grosero y embutido en un pantalón demasiado estrecho que me distrae un instante mínimo, un instante casi inadvertido de tan fugaz. La radio como ruido de fondo, una cortina de palabras indiscernibles. Trazos débiles, imperceptibles de un todo perfecto, condenados a un registro impreciso por ausencia, a ser advertidos vagamente cuando no están.
Pero eso no sucede porque soy un hombre que se repite. Soy un hombre que se esfuerza por repetirse. Es en la repetición en el único lugar donde encuentro verdadera satisfacción. La vida es para mí un misterio de sustancia demasiado ligera. Me ofende su temperamento volátil. Ese devenir escurridizo que nos condena a la eterna orfandad. Sólo puedo amar aquello que se reitera. Sólo aquello que insiste en ser toma verdadera consistencia.
Todo eso pienso mientras hago un gesto breve para llamar a la mesera. Es un gesto antiguo, una recreación personal de la expresión aprendida de quien sabe quien, que reproduzco automático, un gesto que no elijo, un gesto que se adueñó de mí por repetición. Y ella, que prescinde de tantas cavilaciones, sabe leer mi urgencia por instinto y se acerca a mí pragmática en su inconsciencia animal. Saberla así, dispuesta, pero un poco ajena, un poco distante, es un alivio. Es casi la satisfacción del vaticinio cumplido, la verificación de que las cosas asumen un orden, cobran solidez, espesura, no se desvanecen, son.

Saturday, August 02, 2008

Dice Arundhati Roy


(...) Oyeron el ruido de la madera sobre la carne. El de las botas sobre los huesos. Sobre los dientes. El gruñido sordo que se emite cuando un estómago recibe una patada. El crujido amortiguado de un cráneo sobre el cemento. El borboteo de la sangre entremezclado con la respiración al clavarse una costilla rota en un pulmón.
Con los labios morados y los ojos como platos miraban hipnotizados algo que percibían, pero no podían comprender: la ausencia de apasionamiento en lo que hacían los policías. El vacío donde debería haber cólera. La brutalidad medida, constante, la economía en todo aquello.
Como si estuvieran abriendo una botella.
O cerrando un grifo.
O cascando un huevo para hacer una tortilla.
Los gemelos eran demasiado pequeños para saber que aquellos hombres no eran más que unos secuaces de la historia. Enviados a cuadrar los libros y a hacer pagar a los que transgredían sus leyes. Impulsados por sentimientos que, aunque primarios, paradójicamente, también eran impersonales. Sentimientos de desprecio que nacen del miedo embrionario, no reconocido, del miedo de la civilización ante la naturaleza, del miedo de los hombres ante las mujeres, del miedo del poder ante la falta del poder.
Es urgencia subliminal de destrozar lo que no se puede someter ni deificar. (...)

Raptos

Una vez que enciende el fuego ese de su entusiasmo es como si un dios iracundo se le hiciera carne. Es como una existencia en celo. La urgencia del deseo más primitivo. Y no ve nada. No me ve. Pero yo me dejo arrasar por ella, por la otra. Es verla venir y dejarse. Y respirar ese huracán. Y escribir.

Girls

Calcanhotto Adriana
Coixet Isabel
De Sela Lhasa
Evóra Cesária
Nothomb Amelie
Pj Harvey
Power Cat
Roy Arundathi
Simone Nina
Sontag Susan
Winehouse Amy