Sunday, December 31, 2006

31 de diciembre

"Se que lo que mamá quiso decirme antes de morir era que odiaba la vida. Odiamos la vida porque no puede vivirse. Y queremos vivir porque sabemos que vamos a morir. Pero lo que tiene un núcleo sólido -piedra, o hueso, algo compacto y tejido apretadamente, que pueda pulirse y modificarse con un ritmo diferente al ritmo de lo que pertenece a la muerte- no puede morir. La voz que escuchamos sonar desde dentro es incomprensible, pero es la única voz, y no hay más que eso, excepción hecha de las caras vagamente conocidas, y de los soles y de los planetas. Me parece muy justo que mamá odiara la vida. Pero pienso que si quiso decírmelo antes de morirse no estaba tratando de hacerme una advertencia sino de pedirme una refutación".
JJS

Después de 24 horas, encerrada en mi habitación, haciendo una maratón de los últimos 12 capítulos de 6 feet under, no hay mejor fotografía de lo que pienso/siento que lo que otro escribió y yo copié ahí arriba. Y es 31 de diciembre, y es fin de año, y realmente es ridículo pensar que algo viejo termina y algo nuevo empieza aunque de tan inocente, puede ser hermoso, a su manera. Es que yo también declaro en voz alta el absurdo y por lo bajo ruego intensamente al cielo una pronta refutación (de ser posible, de tipo racional, por favor). "Odiamos la vida porque no puede vivirse. Y queremos vivir porque sabemos que vamos a morir". El lo dijo muy bien.

Monday, December 25, 2006

De placeres


Recién pasé por el blog de Naoko y me encontré con el relato de una conversación que mantuvimos con ella y otra amiga hace poco, sobre la manía daydreamer que tenemos en común. Entonces me acordé de este texto que escribí hace unos seis años para una columna de Página12 llamada Sobre gustos... La idea era que los lectores enviaran sus escritos sobre aquellas cosas que les causaban placer. Así que yo abordé una técnica de supervivencia que sigo ejercitando con mucho éxito por estos días.

Soñar despierto

Hacer la gran Houdini con la realidad, fugarse, desprenderse, evadirse, asociarse a un mundo más amable. "Confort instantáneo para egos aplastados", diría el aviso. Y yo sería la promotora de las conveniencias de este sueño dirigido de la vigilia, que nos evita el tedio de la rutina y los estorbos del inconsciente desatado durante la somnolencia.
Sueños tórtolos (rosaditos, como de peluche berreta), voluptuosos, hedonistas, licencias de la represión que hacen más llevaderos esos largos episodios en que la vida adquiere el dinamismo de un filme iraní. Los defiendo como un derecho irrebatible aunque me lleguen reproches por autista e individualista indolente. No son más que habladurías de quienes no distinguen la indiferencia del instinto de conservación.
Al fin y al cabo, sólo se trata de expresiones ingenuas, caricias de bienestar que uno se da. Un buen espacio para las revanchas personales. Así es que puede verse a los soñadores por el mundo, hablando solos, rebatiendo con ironía a ese interlocutor (ahora imaginario) que no supieron refutar en la realidad. Y ellos, los imperfectos, tienen su minuto de gloria en que derrotan con agudeza y altura al más grande de sus fantasmas tangibles. Un contento portátil, justiciero, inocente y efímero. ¿Acaso hay quien se atreva a negarme el placer de ser yo y las múltiples versiones de mí que esta manía me permite?
Soy la mala, soy la santa, soy la loca y la heroína, la más reventada, la más digna, soy la chica a la que le escribieron la canción. Definitivamente, lo mío es una esquizofrenia lúdica. "Si este mundo se empecina en desterrarme la alegría, más vale que me imagine una", pienso, mientras me voy cantando bajito: "...nothing is gonna change my world..."